Si pensamos en la Cirugia Estetica en verano, debemos tener en cuenta que las vacaciones de verano pueden ser una buena época fantástica para operarse lejos del ajetreo del día a día y de la intensa vida laboral durante el resto del año. Así, las vacaciones pueden ofrecernos la tranquilidad suficiente para dedicarnos a nosotros mismos.
Es evidente que algunas intervenciones quirúrgicas que nos impidan exponernos al sol pero sin embargo pueden permitirnos llegar renovados y con un alta autoestima en Septiembre.
En Clínicas Mato Ansorena, ofrecemos interesantes condiciones para las intervenciones de Cirugia Estetica en verano.
Verdades y mentiras sobre la cirugia estetica en verano
Muchas personas piensan en las vacaciones para operarse, aunque es cierto que muchos de ellos no conocen la realidad de lo que oyen sobre si es recomendable o no operarse en época de calor y tanto sol, por si las cicatrices pueden complicarse o porque haya riesgo de infección.
Así, tenemos que saber que no hay ningún problema en operarse durante el verano siempre que se tomen las medidas adecuadas. Además es una buena época al tener más tiempo y el ambiente que nos rodea es más tranquilo, por lo que la recuperación y el postoperatorio es mejor.
Y si queremos que nuestra intervención pase desapercibida, es sin duda el mejor momento para realizarla ya que no hay que dar explicaciones ni solicitar bajas laborales.
Tomar las medidas adecuadas y recomendadas por el cirujano
Si decidimos someternos a una intervención de Cirugía Estética en verano, lo importante es protegernos del sol tras la intervención evitándolo por completo cubriendo la cicatriz con cremas de protección total y prendas de ropa (camiseta, shorts, sombreros, ect…), y siempre seguir las instrucciones del cirujano y de su equipo médico.
¿Que intervenciones de cirugia estetica en verano son más frecuentes?
Es evidente que alguna intervenciones son las recomendables para realizarlas en verano como es el aumento de pecho ya que es más fácil proteger las cicatrices del sol. También la Liposucción es bastante llevadera siempre que se esté en un ambiente no muy cálido al ser necesario llevar fajas o medias especiales tras la intervención.
También son frecuentes los pacientes que deciden aprovechar estos meses para realizase cirugías faciales como una rinoplastia, blefaroplastia, lifting …Suelen ser personas que deciden “desaparecer” en verano, para dedicarse a ellos mismos y poder someterse a esa intervención que su vida laboral no les permite durante el resto de año. Durante este tiempo es posible na tranquila y completa recuperación y reanudan el trabajo con una clara mejoría.
Más pecho, menos tripa, nada de arrugas… Hoy día, el bisturí se ha convertido en el mejor sucedáneo de esa varita mágica que con un toque nos transformaba en la princesa más hermosa en nuestras fantasías infantiles. Pero meterse en un quirófano no forma parte de ningún cuento. Es una decisión que debe ser tomada de forma madura y, por encima de todo, debe estar avalada por el criterio de un especialista.
En la sociedad actual, meterse en un quirófano para transformar el aspecto físico “a demanda” se ha convertido en una actitud prácticamente equiparable a la de entrar en una boutique y salir con el fondo de armario renovado. Esto, que puede parecer una exageración o rozar la frivolidad, llega incluso a convertirse en habitual para muchas personas, hasta el punto de desencadenar en casos extremos una adicción a la cirugía estética, patología que ya ha pasado a formar parte de los manuales de psicología. Sin embargo, no es extraño que cada vez más las intervenciones de estética se consideren como una estrategia más para mejorar el aspecto físico, algo factible gracias a las nuevas técnicas menos invasivas.
El problema surge cuando una persona se somete a una cirugía estética absolutamente innecesaria e incluso desaconsejable desde el punto de vista estético y, lo que es peor, entra en una espiral en la que si no se “infiltra”, “retoca” o, directamente, “se opera”, nota un descenso en su autoestima que puede llegar a afectar incluso a su comportamiento social. Uno de los “efectos secundarios” de estas decisiones erróneas son las desproporciones de volúmenes labiales, pectorales, etc y los contrastes entre rostros “planchados” y cuerpos que revelan el paso del tiempo. Todo ello echa por tierra esa máxima de que la belleza reside en la armonía y la proporción.
¿Cuál es entonces la línea que separa una decisión “acertada” de un uso inadecuado de la cirugía estética?
Para casos en los que realmente existe un problema físico que puede mejorarse, la cirugía es realmente útil, pero previamente a esa determinación, sobre todo si se trata de una joven, habría que evaluar antes otras variables para asegurarse de que la decisión no se debe ni a una moda, ni a un capricho ni a un problema de autoestima.
¿Decisión meditada o capricho?
Según la página web de la Sociedad Americana de Cirugía Plástica, las categorías de pacientes que son buenos candidatos a someterse a una intervención de este tipo son dos:
1) Los que poseen una autoestima fuerte, son perfectamente conocedores de su imagen y tienen muy claro qué parte concreta de su anatomía quieren cambiar o mejorar.
2) Aquellos que tienen un defecto físico que les produce algún tipo de problema o ha afectado a su autoestima con el paso del tiempo. Según los expertos, los mejores pacientes potenciales son aquellos que tienen expectativas simples, concretas y, sobre todo, realistas.
Por tanto, si estás considerando someterte a una intervención de estética, no pierdas de vista el total de tu conjunto –puede que si tienes un cuerpo excesivamente menudo, unas prótesis voluminosas no sean la opción más acertada- y asegúrate de que tienes muy claro qué puedes esperar del resultado: el quirófano no es una “máquina de los deseos” capaz de transformar tu vida radicalmente. De hecho, lo único que puede hacer por ti la cirugía estética es cambiar la forma en la que tú te sientes respecto a ti misma… aunque tampoco te creas que tienes todas las garantías: hay otros muchos factores que inciden en este sentimiento. De hecho, a veces un pequeño retoque tiene más repercusión sobre la autoconfianza que una intervención más compleja. Motivos más o menos ocultos… y erróneos.
Es normal que cada vez que estamos de bajón nos vayamos de compras o a la peluquería en un intento por elevar nuestra moral mediante una ayudita externa. Sin embargo, y aunque en numerosas ocasiones el motivo que lo impulsa es el mismo, recurrir al bisturí como antidepresivo ya son palabras mayores. Muchas personas deciden operarse en sus épocas más bajas, cuando están pasando un mal momento anímico o como vía de escape para superar, por ejemplo, un desengaño amoroso. Este tipo de actitudes se ven propiciadas por el boom actual de la cirugía estética, actualmente al alcance de casi todo el mundo, y que está relacionado con una corriente que prima el “sentirse favorecida” por encima del “estar bien”.
Ideas claras
1) Operarse no es como comprarse unos zapatos. Tras la intervención es necesario pasar por un proceso de reajuste que tiene que hacerse lenta y progresivamente, ya que reconstruir una autoestima maltrecha lleva su tiempo.
2) Un peinado equivocado, un maquillaje poco favorecedor, unos kilos de más… hay muchas cosas de nuestro aspecto que no requieren bisturí y mejoran nuestra imagen. Así que antes de “cortar por lo sano”, prueba nuevas opciones de vestido o de maquillaje. Si no te resulta fácil, ponte en manos de un asesor de estilo.
3) No todo es cirugía: hay otras opciones para mejorar tu aspecto. “Muchas veces, tomamos la decisión de operarnos sin saber que existen otras maneras no tan drásticas que ofrecen los mismos resultados estéticos de la operación, e incluso, en ocasiones, los mejoran”.
4) El cirujano debería ser la persona que arrojara más luz sobre este asunto. El objetivo de un buen especialista ha de ser ayudar al paciente a que desarrolle expectativas realistas respecto a la intervención. Debe reiterar el mensaje de que el objetivo es la mejora, no la perfección. Desconfía si el tuyo insiste en operarte a toda costa.
Es una de las zonas del cuerpo que más sufre con los cambios de peso, los vaivenes hormonales y después del embarazo. A partir de los 30 años la grasa se acumula principalmente en los flancos y el vientre, lo que desdibuja la silueta. Por eso, perder cintura es una de las preocupaciones más habituales de las españolas. Lo demuestran datos de la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre), que calcula que en nuestro país se realizan unas 12.000 liposucciones al año (la intervención más frecuente tras la de aumento mamario). Concretamente, tiene más demanda que en las rodillas, los glúteos o la cara interna del muslo, según aseguran en el Instituto Javier de Benito (institutodebenito.com). La técnica se denomina minilipo: a través de unas incisiones de dos o tres milímetros se introducen unas cánulas muy finas que eliminan la grasa; no requiere ingreso y a la semana se puede hacer vida normal (desde 2.500 euros).
El quirófano es la opción más efectiva, pero no la única.
La doctora Blanca Vasco, de las clínicas Mato Ansorena (clinicasmatoansorena.com), propone como alternativa médica la mesoterapia lipolítica, que consiste en inyectar sustancias que favorecen la quema de grasa (90 euros/sesión). Pero, además, hay protocolos en cabina, rutinas de fitness y masajes que favorecen la recuperación o el mantenimiento de la cintura para superar la prueba del biquini… o del cinturón de moda.