Aumento de Pecho y Rinoplastia
Durante dos horas y media Carmen Lanchares se convierte en la sombra del Dr. Javier Mato Ansorena mientras realiza una operación de aumento de pecho y una cirugia de nariz (rinoplastia). Esto es lo que escuchó, vió y olió.
Durante ésta última década en la que he asistido a centenares de ruedas de prensa sobre intervenciones estéticas debidamente ilustradas con fotos y videos, y en la que he realizado un sinfin de entrevistas a los más prestigiosos cirujanos plásticos, siempre he tenido la sospecha de que existia una tendencia a minimizar un proceso que a mi me parece extremadamente complejo, «sangriento» y arriesgado, cómo para quitarle hierro al asunto.
La verdad es que en este tiempo nada ni nadie habia conseguido quitarme de la cabeza esa idea tan «dramática» de la cirugia. Quizás este empecinamiento mio se viese reforzado por cierta predisposición innata a magnificar todo lo que ocurre dentro de un quirófano, asi como por mi decidido afán de contrarestar el efecto de quienes han intentado e intentan banalizar este tipo de intervenciones, presentándolas como si se tratasedel protocolo de un masaje, o poco más.
Sin perder ese gran «respeto» al quirófano, he de confesar que mi querencia atávica a exaltar esos riesgos hoy ha cambiado, ajustándose más a la realidad actual de la cirugia estética.
Intervención de Cirugía Estética In Situ
El detonante de ese cambio de perspectiva ha sido el poder asistir , en directo e in situ, a una intervención de estética. Una oportunidad que ha venido de la mano del doctor Javier Mato Ansorena, cirujano plástico y estético, director de las Clinicas Mato Ansorena de Madrid, Sevilla y Huelva, quien nos ha permitido ser espectadores privilegiados de una doble operación de aumento de pecho y rinoplastia.
Sin cristales ni mamparas de por medio, hemos podido observar, oir e incluso oler todo lo que se «cuece» en la sala de operaciones. Adelante.
Todo está controlado. Esa es la primera impresión que me transmite el doctor en nuestra primera charla, una conversación que servirá también para exorcizar mis temores y prejuicios antes de enfrentarme a una experiencia que, por desconocida, me inquieta…¿caeré desmayada? ¿resistiré la visión de la sangre y la ejecución de las suturas, o me vendré abajo?. Por un lado estoy ávida de conocer de primera mano lo que tantas veces he oido; por otro, temo no estar a la altura de las circunstancias.
Aumento de Pecho Mamas Tuberosas
En primer lugar, el Dr. Mato me habla de Sara martinez, la paciente, a la que conoceré minutos más tarde. «La decisión de Sara (23 años) de operarse se produjo al ver los resultados de una cirugia de pecho que realicé a su hermana unos dias antes. Era un pecho dificil, muy pequeño, tuberoso. Requeria algo más que poner un implante», comenta el cirujano.
Sin embargo, el problema que llevo a Sara a consulta no fueron sus senos – aunque también deseaba un aumento y mejora -, sino su nariz: «Llevo tres años dándole vueltas al tema, porque mi complejo, desde pequeña, ha sido mi nariz; y a pesar de que todo el mundo me decia que no estaba tan mal, siempre me ha parecido horroroso mi caballete. Llevo media vida evitando que me saquen fotos de perfil y adecuando mi peinado para disimularla – nos cuenta la paciente minutos más tarde -. En cuanto al pecho, aunque no era mi prioridad, cuando vi cómo le quedó a mi hermana y puesto que ya me habia decidido a entrar al quirófano para la rinoplastia, me dije: ¿para qué esperar?. Quiero tener más pecho, rellenarlo también por arriba porque lo tengo caido, para que me siente mejor la ropa y olvidarme de los sujetadores y biquinis con relleno. Aunque el doctor me ha aconsejado que no me ponga demasido volúmen, porque iba a perder naturalidad, yo quiero un pecho grande». Está decidida.
«Aunque no comparto su decisión -dice el doctor- porque personalmente me gustan los pechos más pequeños, en estos casos en que veo que no duda lo más minimo, sirve de poco intentar disuadirlas porque eso puede conducir a una segunda operación para ponerse más talla.»
No obstante, para no dar lugar a confusión, en la primera consulta les muestra distintas prótesis y, delante de un espejo, con ayuda de un calibre, les va dibujando hasta dónde les llegaria la mama según la prótesis que desean.
«Al menos para que se hagan una idea de cómo puede quedar. Mi consejo siempre es que se preocupen de estar bien cuando se ven desnudas porque, en un momento dado, si un dia quieren lucir un pecho más sexy o voluptuoso, pueden conseguir ese efecto con un sujetador que las realce, suba o junte más el pecho. Les sugiero que intenten que prime la naturalidad, porque un polo superior muy elevado o que se note el contorno de la prótesis no me parece estético».
Antes de entrar en los detalles del proceso quirúrgico en la operación de pechos, hablamos sobre el vasto universo de las prótesis mamarias. Para el doctor es imprescindible que sean de gel cohesivo:
«Utilizo dos marcas que, aunque son de las más caras, son las que me dan más garantias. No quiero que me pase lo que sucedió con las PIP en Francia, que se rompian muy frecuentemente y al investigar vieron que la manufactura dejaba mucho que desear».
Tiene claro que en esto no hay que escatimar en el precio. Sin embargo, a diferencia de otros colegas, Mato Ansorena no muestra especial preferencia por las prótesis anatómicas o redondas, o la via de acceso:
«No siempre hay que hacerlo todo de la misma forma. Por ejemplo, la via areolar no debe utilizarse en pacientes con areola muy oscura porque la cicatriz, por muy bien que quede, al ser blanquecina se notará más. Hay que individualizar cada intervención, estudiar cada caso, saber qué deportes hacen, su estilo de vida».
Y muestra de esta filosofia es la operación que realizará al dia siguiente.
«Vamos a abordar la intervención por via submamaria en vez de axilar, que suele ser lo habitual en pacientes jóvenes cómo ella. Ello obedece a dos motivos, por una parte Sara quiere un tamaño grande de pecho y además tenemos que hacer una corrección de la forma tuberosa. Aunque los implantes de mamas se ponen normalmente bajo el músculo, porque se nota menos y es más fácil para las mamografias, ya que el plano del músculo queda entre la mama y la prótesis, en este caso es preferible ponerlo por encima, ya que Sara tiene un pectoral muy potente – ha practicado mucho el tenis – y puede que al mover el músculo tenga problemas».
Riesgos de una doble intervención de ciurgía estética: Aumento de Pecho y Rinoplastia
En un momento dado, interrumpo la conversación para manifestarle mi extrañeza de que realice una doble intervención de aumento de pecho y cirugia de nariz. ¿No tiene más riesgos? ¿El postoperatorio no es más complicado?..
«No necesariamente. Soy muy partidario de hacer este tipo de cirujias, siempre que no rebasen un tiempo determinado – nunca más de 6 horas -, ya que para las pacientes son todas ventajas. Cuando, como en este caso, se tiene bien claro que se quieren corregir dos inestetismos, si las intervenciones no se hacen a la vez, la paciente tendrá dos postoperatorios, dos momentos de tensión y de estrés…».
Es también más económico, puntualiza.
«Cuando haces cirugias asociadas, el principal problema es que sean dos intervenciones de envergadura, por ejemplo, un abdomen grande y una reducción mamaria. Ahi si que hay que tener en cuenta que la paciente pueda resistirlo, que esté muy bien preparada fisica y animicamente».
Retomando el hilo de la charla, el doctor Mato apunta que es muy importante informar al detalle sobre el proceso, que las pacientes sepan las complicaciones que pueden surgir, y lo que pueden esperar de cada intervención:
«Por ejemplo, el pecho se puede ver de una forma cuando se está de pie, pero a veces cuando se levantan los brazos, se puede notar uno más pequeño, más alto o que se desplaza hacia afuera. Es importante que la paciente también lo sepa, puesto que, cuando se pone el implante, esos defectos se pueden potenciar, ya que la prótesis se acopla al espacio que hay. Si una mama sube más, es posible que también suba más cuando tenga el implante».
Tras una hora de conversación, me voy haciendo ya una idea de la cirugia de aumento de pecho que veré.
A veces el doctor pone música clásica, me susurra la ayudante, cuando ve que reparo en la melodia de fondo. Hoy se ha optado por un hilo musical variado – Pink Floyd, Cat Stevens, Dire Straits – en el justo volúmen para no interferir con el resto de los sonidos.
Una vez comprobado que Sara está perfectamente anestesiada y con las constantes en orden, el cirujano empieza a cortar con el bisturi eléctrico por las marcas que ha dibujado. Dos cosas me llaman la atención: a medida que va haciendo la incisión sale humo y huele a carme quemada (lógico). La segunda es que apenas sangra. Claudia, la cirujana que le ayuda, va aspirando. Con gran meticulosidad va despegando la zona y el doctor Mato Ansorena me pide que me ponga a su lado para mostrarme cómo es la cavidad, dónde está el músculo, la intersección..
Tras inyectar antibiótico, empieza a introducir la primera prótesis de prueba – siempre hace varias pruebas antes de optar por los implantes definitivos -. En la mama derecha pone una prótesis de 400cc. Pide que se incorpore la camilla para ver el efecto, con la paciente sentada. No queda mal. Se vuelve a bajar la camilla y pone, en la mama izquierda, una de 450cc. Vuelven a sentar a la paciente para comparar resultado.
«Es muy importante sentarlas porque en esa posición es como mejor se ve cómo se expande, cae y proyecta la mama. Cuando las ves tumbadas no te das cuenta» me dice.
Tras un par de pruebas, a la vista de los resultados y teniendo en cuenta los deseos de Sara, se opta definitivamente por las de 450cc, unas prótesis de silicona cohesiva soft touch redondas texturadas. Una vez colocadas, se empieza a coser minuciosamente… Mientras, se va preparando el campo para realizar la cirugia de nariz o rinoplastia.
«Se realiza una incisión marginal e intercartilaginosa – explica el doctor . Luego se despega el dorso».
Entonces, empieza a limar cuidadosamente el caballete. Para. Observa cómo está quedando, y decide limar un poco más.Va sacando con unas pinzas los diminutos fragmentos del cartilago. Después, coge un pequeño martillo metálico, que recuerda a los que usan los jueces, para romper los huesos nasales.
«Es para que se estreche la nariz».
Se oyen los golpes, precisos, hasta que suena un crack sordo que indica que los huesos se han partido. Una vez conseguida la forma deseada, se dan puntos de sutura internos – unos 10 – y se pone la escayola.
Cuando un par de dia más tarde, hablamos con Sara, nos cuenta que recuerda el despertar como algo placentero.
«Tenia unas ganas locas de ver el resultado, y también de saber qué le parecia a mi familia. Ha sido impactante mirarme al espejo y verme con todo ese vendaje en la nariz, pero contaba con ello».
Por la tarde, al no haber ninguna complicación, decidió regresar a su casa – eso si, con el compromiso de guardar reposo, no mover los brazos, ni hacer esfuerzo.
«Me parece mentira que en un par de horitas haya podido hacerme todo esto y sobre todo haber zanjado una asignatura pendiente».
Está feliz con el tamaño de su nuevo pecho, le parece perfecto.
«Pensé que tras la operación tardaria unos dias en ver el resultado, pero el Dr. Mato tiene por costumbre no vendar, asi que nada más subir a la habitación pude ver cómo habia quedado. ¡Qué emoción!. Era justo lo que queria. A pesar de que todo el mundo me decia que era una barbaridad, teniendo en cuenta mi estatura».
En cuanto a su nariz, tendrá que pasar una semana hasta que le quiten la escayola. Pese a lo aparatoso que parece, comenta que, sin embargo, no le ha dolido nada.
«Eso me tiene loca. Lo único que me molesta son los tapones de la nariz: son muy incómodos a la hora de comer o beber. La parte más desagradable es tener que respirar por la boca, si o si. En cuanto al pecho, me tira al tumbarme y levantarme».
A la semana siguiente de la intervención, en cuanto le quitaron la escayola, Sara se incorporó a su trabajo de esteticista.
«Lo único que noté fué que al final de cada dia notaba la zona del pecho cargada, pero puede realizar mi trabajo sin problemas.»
Nos citamos de nuevo con Sara, a mediados de septiembre. Está cómo en una nube… Desde luego la nariz ha quedado perfecta, y su rostro sigue siendo el de ella. No se ha transformado.
Cuenta que la operación no le ha impedido irse de vacaciones.
«Me fui a la playa, cargada de sombreros (imprescindibles para protegerse la nariz), con un nuevo surtido de sujetadores, con aro y sin aro, todos de la talla 100 C, y muy emocionada por poder lucir, ¡por fin!, un biquini sin relleno. me compré un vestido blanco con escote palabra de honor y camisetas ajustadas…Mi sueño hecho realidad», explica entusiasmada.
Entonces recuerdo lo que decia el doctor Javier Mato Ansorena la vispera de la operación cuando me comentaba que aún le resultaba curioso que algo que parece tan banal, y que gran parte de la sociedad contempla cómo frivolo contribuye al final a que en un 98% de los casos existan pacientes felices y satisfechas.
Carmen Lanchares – Revista Vogue
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Más pecho, menos tripa, nada de arrugas… Hoy día, el bisturí se ha convertido en el mejor sucedáneo de esa varita mágica que con un toque nos transformaba en la princesa más hermosa en nuestras fantasías infantiles. Pero meterse en un quirófano no forma parte de ningún cuento. Es una decisión que debe ser tomada de forma madura y, por encima de todo, debe estar avalada por el criterio de un especialista.
En la sociedad actual, meterse en un quirófano para transformar el aspecto físico “a demanda” se ha convertido en una actitud prácticamente equiparable a la de entrar en una boutique y salir con el fondo de armario renovado. Esto, que puede parecer una exageración o rozar la frivolidad, llega incluso a convertirse en habitual para muchas personas, hasta el punto de desencadenar en casos extremos una adicción a la cirugía estética, patología que ya ha pasado a formar parte de los manuales de psicología. Sin embargo, no es extraño que cada vez más las intervenciones de estética se consideren como una estrategia más para mejorar el aspecto físico, algo factible gracias a las nuevas técnicas menos invasivas.
El problema surge cuando una persona se somete a una cirugía estética absolutamente innecesaria e incluso desaconsejable desde el punto de vista estético y, lo que es peor, entra en una espiral en la que si no se “infiltra”, “retoca” o, directamente, “se opera”, nota un descenso en su autoestima que puede llegar a afectar incluso a su comportamiento social. Uno de los “efectos secundarios” de estas decisiones erróneas son las desproporciones de volúmenes labiales, pectorales, etc y los contrastes entre rostros “planchados” y cuerpos que revelan el paso del tiempo. Todo ello echa por tierra esa máxima de que la belleza reside en la armonía y la proporción.
¿Cuál es entonces la línea que separa una decisión “acertada” de un uso inadecuado de la cirugía estética?
Para casos en los que realmente existe un problema físico que puede mejorarse, la cirugía es realmente útil, pero previamente a esa determinación, sobre todo si se trata de una joven, habría que evaluar antes otras variables para asegurarse de que la decisión no se debe ni a una moda, ni a un capricho ni a un problema de autoestima.
¿Decisión meditada o capricho?
Según la página web de la Sociedad Americana de Cirugía Plástica, las categorías de pacientes que son buenos candidatos a someterse a una intervención de este tipo son dos:
1) Los que poseen una autoestima fuerte, son perfectamente conocedores de su imagen y tienen muy claro qué parte concreta de su anatomía quieren cambiar o mejorar.
2) Aquellos que tienen un defecto físico que les produce algún tipo de problema o ha afectado a su autoestima con el paso del tiempo. Según los expertos, los mejores pacientes potenciales son aquellos que tienen expectativas simples, concretas y, sobre todo, realistas.
Por tanto, si estás considerando someterte a una intervención de estética, no pierdas de vista el total de tu conjunto –puede que si tienes un cuerpo excesivamente menudo, unas prótesis voluminosas no sean la opción más acertada- y asegúrate de que tienes muy claro qué puedes esperar del resultado: el quirófano no es una “máquina de los deseos” capaz de transformar tu vida radicalmente. De hecho, lo único que puede hacer por ti la cirugía estética es cambiar la forma en la que tú te sientes respecto a ti misma… aunque tampoco te creas que tienes todas las garantías: hay otros muchos factores que inciden en este sentimiento. De hecho, a veces un pequeño retoque tiene más repercusión sobre la autoconfianza que una intervención más compleja. Motivos más o menos ocultos… y erróneos.
Es normal que cada vez que estamos de bajón nos vayamos de compras o a la peluquería en un intento por elevar nuestra moral mediante una ayudita externa. Sin embargo, y aunque en numerosas ocasiones el motivo que lo impulsa es el mismo, recurrir al bisturí como antidepresivo ya son palabras mayores. Muchas personas deciden operarse en sus épocas más bajas, cuando están pasando un mal momento anímico o como vía de escape para superar, por ejemplo, un desengaño amoroso. Este tipo de actitudes se ven propiciadas por el boom actual de la cirugía estética, actualmente al alcance de casi todo el mundo, y que está relacionado con una corriente que prima el “sentirse favorecida” por encima del “estar bien”.
Ideas claras
1) Operarse no es como comprarse unos zapatos. Tras la intervención es necesario pasar por un proceso de reajuste que tiene que hacerse lenta y progresivamente, ya que reconstruir una autoestima maltrecha lleva su tiempo.
2) Un peinado equivocado, un maquillaje poco favorecedor, unos kilos de más… hay muchas cosas de nuestro aspecto que no requieren bisturí y mejoran nuestra imagen. Así que antes de “cortar por lo sano”, prueba nuevas opciones de vestido o de maquillaje. Si no te resulta fácil, ponte en manos de un asesor de estilo.
3) No todo es cirugía: hay otras opciones para mejorar tu aspecto. “Muchas veces, tomamos la decisión de operarnos sin saber que existen otras maneras no tan drásticas que ofrecen los mismos resultados estéticos de la operación, e incluso, en ocasiones, los mejoran”.
4) El cirujano debería ser la persona que arrojara más luz sobre este asunto. El objetivo de un buen especialista ha de ser ayudar al paciente a que desarrolle expectativas realistas respecto a la intervención. Debe reiterar el mensaje de que el objetivo es la mejora, no la perfección. Desconfía si el tuyo insiste en operarte a toda costa.
Es una de las zonas del cuerpo que más sufre con los cambios de peso, los vaivenes hormonales y después del embarazo. A partir de los 30 años la grasa se acumula principalmente en los flancos y el vientre, lo que desdibuja la silueta. Por eso, perder cintura es una de las preocupaciones más habituales de las españolas. Lo demuestran datos de la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre), que calcula que en nuestro país se realizan unas 12.000 liposucciones al año (la intervención más frecuente tras la de aumento mamario). Concretamente, tiene más demanda que en las rodillas, los glúteos o la cara interna del muslo, según aseguran en el Instituto Javier de Benito (institutodebenito.com). La técnica se denomina minilipo: a través de unas incisiones de dos o tres milímetros se introducen unas cánulas muy finas que eliminan la grasa; no requiere ingreso y a la semana se puede hacer vida normal (desde 2.500 euros).
El quirófano es la opción más efectiva, pero no la única.
La doctora Blanca Vasco, de las clínicas Mato Ansorena (clinicasmatoansorena.com), propone como alternativa médica la mesoterapia lipolítica, que consiste en inyectar sustancias que favorecen la quema de grasa (90 euros/sesión). Pero, además, hay protocolos en cabina, rutinas de fitness y masajes que favorecen la recuperación o el mantenimiento de la cintura para superar la prueba del biquini… o del cinturón de moda.